miércoles, 15 de octubre de 2014

Porque yo lo valgo

Hay dos cuestiones que parecen independientes pero que están íntimamente relacionadas: la profecía autocumplida y la aceptación.

La primera consiste en generar en el niño actitudes, hábitos o virtudes que no existían a base de repetirle constantemente que él es así, por ejemplo: "Menganito, ¡eres muy pesado!" pues Menganito acabará siendo pesado o "Fulanito ¡qué mal te portas!" y Fulanito tenderá a portarse mal... Está altamente relacionado con el tema de las etiquetas que tratamos en Código de barras. Viene a ser similar al Efecto Pigmalión.


Paralelamente, podemos usar exactamente la misma profecía para generar actitudes positivas, hábitos saludables o virtudes en lugar de defectos: "Menganito ¡cuánto me gusta que me pidas las cosas por favor y sólo una vez!" y Menganito aprenderá (a través de la repetición) que con una vez es suficiente, o "Fulanito ¿te has equivocado? ¿no volverás a hacerlo? ¡qué bueno eres!", y Fulanito volverá a hacerlo pero ya habremos despertado en él la conciencia del bien y el mal...

El segundo punto es la aceptación de los niños tal como son, no debemos perseguir que sean distintos porque no son una extensión de sus padres, sino personas únicas e irrepetibles con una personalidad y un entorno que los hacen ser así. La sensación de crecer sabiendo que tus papás querrían que hicieras las cosas de otra manera es muy negativa y perjudicial para el niño. Evidentemente hay que ser ambiciosos y buscar la excelencia en su educación.



Al final, no aceptar a un niño tal y como es supone tener unas expectativas puestas en él que difícilmente va a alcanzar o, haberlo etiquetado, condenándolo por sus debilidades antes de valorar sus puntos fuertes.

Soy partidaria de los límites y del reconocimiento de la autoridad (que no autoritarismo) del adulto pero no todo vale ni todos valemos para todo. Sea cual sea la cualidad ausente en nuestros niños, obviémosla. Destacar los esfuerzos, los logros grandes o pequeños, lo que hacen que ese niño sea especial; le hará crecer en un ambiente de seguridad y afecto que favorecerá su autoestima y su autoconcepto. Además, todos tenemos virtudes que hacen que, en mayor o menor medida compensemos nuestras carencias.

Quizá es la peor bailarina de la clase, pero siempre podremos decirle lo orgullosos que estamos del esfuerzo y la perseverancia, ya que eso la hacen mejor que a cualquier otra compañera. Y luego, la vida da tantas vueltas...




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