lunes, 28 de septiembre de 2015

No dan tregua

Hay momentos en que los niños no dan tregua. No se cansan de hacer cosas, de divertirse, de hablar, de preguntar... A veces, en esos momentos, los adultos no estamos a la altura. He encontrado esta imagen que podría ser una buena receta para los que estamos comprometidos e implicados con la educación.


El otro día me preguntaban "¿eres una profe exigente o cariñosa?" a lo que contesté "mucho de las dos cosas". Y expliqué que, bajo mi punto de vista, los niños que se sienten exigidos suelen sentirse valorados y en consecuencia queridos. Lo difícil es encontrar el equilibrio. Saber seleccionar muy bien aquello que queremos que aprendan o que valoren es complicado, y más aún ser "intransigente" al respecto, procurando que lo consigan. Y no me refiero a no pasar una, a ser inflexible o duro, sino a perseverar, a ser paciente, a insistir, a repetir... 

Porque exigir cada día algo distinto supone no exigir nada, del mismo modo que exigir sin hacer un seguimiento o sin dar ejemplo cae en saco roto. "Pero entonces, ¿dónde queda el afecto? ¿cómo dar cariño cuando no cedes o te pones muy serio en ciertas cosas?". Pues queda en los gestos, en las miradas, en la compañía, en el tono, en la sonrisa, en la cercanía, en la disponibilidad, en las felicitaciones por los logros, en la dulzura al corregir, en la paciencia infinita al repetir por enésima vez lo mismo... Y es que para mí, exigencia y afecto van de la mano.


Entre afecto y sobreprotección también se produce una confusión que, a mis ojos, puede ser una influencia negativa para el desarrollo del niño. Porque querer a un niño no es sinónimo de no dejarle crecer, ni de tener que ser su amigo. Hay personas que se empeñan en rodear de algodón la infancia, evitando a los niños disgustos, fracasos, decepciones,... realidades al fin y al cabo. Otros optan por adelantar la llegada de la niñez o la pre-adolescencia, pasando de puntillas por la infancia. Dar libertad al niño para vivir la niñez como le corresponde sin dejar a un lado el desarrollo de su personalidad, a través de la autonomía; implica acompañarles en el camino de la vida tirando de su mano lo justo para que tengan que aligerar el paso pero siempre disfrutando del paseo.


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