domingo, 15 de marzo de 2015

Lo mejor es enemigo de lo bueno

Hacer creer a un niño que es mejor que los demás y que es el más guapo, el más listo, el más bueno y el más... todo, no es ayudarle. Más bien todo lo contrario, es perjudicarle. 

Un artículo de La Vanguardia explica que la sobrevaloración lleva a la egolatría y al narcisismo, dos contravalores muy poco atractivos para una sociedad que se desarrolla y crece a través del trabajo cooperativo y las relaciones sociales.

En la vida, los reconocimientos que tienen mayor efecto en nuestra autoestima son aquellos que valoran nuestro esfuerzo, nuestra dedicación, nuestra implicación. Lo que nos engrandecerá personalmente es que se valore lo que hemos logrado por nosotros mismos, independientemente del quehacer ajeno.

El artículo, que recoge los resultados de un estudio realizado por la revista americana PNAS, concluye que para garantizar una buena autoestima lo importante es que el niño se sienta querido, no el mejor. De hecho, los investigadores han observado que el narcisismo conlleva muchas veces la insatisfacción personal. Las consecuencias de la sobrevaloración infantil han sido de tal envergadura que hasta se ha definido un nuevo trastorno para estudiarlas: el Trastorno de Personalidad Narcisista. 



Según el estudio, a los 7 años pueden aparecer los primeros rasgos de egolatría y creencia de superioridad. Los niños más pequeños, debido a su etapa evolutiva, tienen una visión del mundo egocéntrica, en la que todo lo que les rodea sólo puede ser entendido y explicado desde su punto de vista. No obstante, a estas edades los adultos ya podemos inducir esta autoconcepción ideal con comentarios como "eres el más listo de la clase", "te portas mejor que tu hermano", "tus amigos no saben tanto como tu", "no hay un niño más guapo que tú en todo el cole"... 

Y es que lo mejor es enemigo de lo bueno. Se puede decir lo mismo pero de otra manera: "qué listo eres, estás aprendiendo muchas cosas en el cole" o "qué bien te has portado"... Reconocer un buen comportamiento y valorarlo hace crecer la autoestima, convertir un comportamiento bueno en el mejor es transmitir un sentimiento de superioridad que tendrá efectos negativos en el desarrollo de la seguridad y la autoestima del niño.

El afecto, el amor, es el mejor impulsor de la autoestima. El Principito dice:
Lo que más embellece el desierto es el pozo que se oculta en algún lado. En cada adulto se oculta un pozo de amor. Tengo sed de esta agua -dijo el Principito-, dame de beber. [...]. Aquella agua era algo más que alimento. Había nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la roldana y del esfuerzo de mis brazos... Era como un regalo del corazón.
No escatimemos amor a los niños. Hagamos que se sientan importantes para nosotros y por lo que son sin necesidad de compararlos -y mucho menos menospreciar- a los demás.



Todos tenemos algo bueno, algo que nos hace destacar. Sería tan positivo enseñar a los niños a ver lo mejor del prójimo para aprender de él...

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