jueves, 27 de noviembre de 2014

Palabra de Sir

Cuando la naturalidad, la espontaneidad, la imaginación y la tranquilidad reinan nuestros actos y nuestras decisiones, qué cierto es aquello de "bendita inocencia".

Ser niño es casi lo mismo que ser creativo, sí, sí; profesional de la creatividad. Dice Sir Ken Robinson en una entrevista para La Vanguardia que " todo niño cree ciegamente en su propio talento. La razón es que no tienen ningún miedo a equivocarse... Hasta que el sistema les va enseñando poco a poco que el error existe y que deben avergonzarse de él. [...]. El único error en un colegio es penalizar el riesgo creativo."


El error causa vergüenza y la manera de evitarla es evitando los riesgos y la innovación. Si disfrutas con lo que haces, si te diviertes; no te importa equivocarte o arriesgar. Cuando el error se convierte en algo vergonzoso, la diversión desaparece y la creatividad lo hace con ella.

Muy próximo a las teorías de las inteligencias múltiples, el experto nos recuerda la importancia de ayudar a los niños a descubrir aquella inteligencia predominante para que el día de mañana sean adultos felices que trabajan en algo que les llena. Y dice más: "todos somos superdotados en algo. Se trata de descubrir en qué. Esa debería ser la principal función de la educación.[...] Se puede aprender creatividad incluso después de que el sistema nos la haya hecho desaprender".


Resulta que hay un punto de convergencia entre nuestros deseos y capacidades con la realidad, y lo que es mejor, todos tenemos la posibilidad de encontrar ese punto. Es lo que él llama el elemento. Un buen autoconocimiento es clave: conocerse a uno mismo y conocer la proyección del propio talento hacia los demás.

Una vez detectado el elemento, se trata de rodear al niño de personas que le ayuden a potenciarlo: un mentor y una tribu. Con ellos, la creatividad florece y se regenera constantemente. 


Mi deseo era ser maestra y trabajar con niños, tengo capacidades para serlo. Estaba abocada a la mediocridad y a la infelicidad, en una vida que no me llenaba, sentada en un despacho y frustrada por sueños incumplidos. Siempre resonó en mi interior esa vocación que, por suerte, se ha convertido en realidad.

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