domingo, 16 de noviembre de 2014

Lo lleva en la sangre

Todos los seres humanos somos talentosos en algo. Algunos sabemos en qué y otros no; pero cada uno de nosotros tenemos un don, una habilidad, una cualidad, que nos permite llevar a cabo una actividad o tarea mejor que el resto de tareas en las que nos tenemos que desenvolver a lo largo de nuestra vida.

Hay personas muy afortunadas que enseguida detectan en qué destacan o para qué tienen mayor facilidad y se esfuerzan en practicar y aprender para recorrer todo su potencial. 


Hay otras que tienen la suerte de toparse con alguien que ve ese brillo en ellas y les ayuda a potenciarlo desde muy pronto.


De hecho, hay talentos que son innatos y que tenemos la obligación de aprovecharlos ya que nos hacen grandes como personas porque en la mayoría de los casos implican esfuerzo, sacrificio, ilusión, satisfacción y sentido de la responsabilidad. 

Por otro lado, puede darse el caso de un niño que sea muy hábil para una actividad pero que ésta no le haga disfrutar o no le resulte atractiva. Si esto sucede, no podemos transformar esa habilidad en una carga o una obligación. El niño debe entrenarse y el adulto debe exigirle, pero ambos tendrán que seguir buscando aquel talento que lleva en la sangre y que le ayudará a ser feliz. 

Detectar los puntos fuertes y los puntos débiles de uno mismo requiere un entrenamiento del autoconocimiento. Saber cómo somos, qué nos hace sentir bien, qué nos exige más o menos esfuerzo, en qué somos buenos y en qué no tanto, en qué nuestro físico es una ayuda y en qué un límite... Todo esto nos ayuda a encontrar nuestro camino, nuestra vocación.

Y tú, ¿qué llevas en la sangre?

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