viernes, 23 de mayo de 2014

Yo para ser feliz quiero...

Educar la frustración es positivo. Los niños tienen que darse cuenta de que no todo siempre sale como a ellos les gustaría, que el aquí y ahora sólo pasa con las nuevas tecnologías, no con los sentimientos y la realización de nuestros deseos. 


La vida ya nos ofrece suficientes situaciones como para aprovecharlas y enseñar a los niños que de los errores se puede aprender. No se trata de educar frustrando, si no de enseñar a los niños a gestionar esas situaciones de fracaso.

El docotor Estivill dice que educar en la frustración significa aprender que no todo se consigue a la primera. En sus propias palabras en una entrevista para abc, el médico comenta "La vida es frustración, el éxito es una cosa puntual, que se consigue, que hay que tender a conseguir, pero a base de muchas frustraciones, de muchos esfuerzos. Un niño que de pequeñito ha sido educado en el 'no', en decir o entender que no se puede conseguir todo a la primera, que cada cosa que quiere necesita de un esfuerzo, será un niño con mayor autoestima, que podrá afrontar mucho mejor después las situaciones cuando este niño sea mayor".

Un niño que no acostumbra a oír NO, será un adolescente con baja autoestima y un adulto probablemente infeliz, insatisfecho. 

Educar la voluntad es la herramienta principal para lograr este objetivo: educar al niño para que sea feliz. 

Aprender a vivir con límites ayuda a madurar, a luchar por lo que se quiere, a esforzarse, a trabajar. 

Los límites, el NO, oído con frecuencia en la niñez hará que cuando llegue la adolescencia puedan controlar sus impulsos, no se dejen llevar, sepan decidir con sentido común y tengan un mayor espíritu crítico que otros niños educados en el capricho y en la costumbre de conseguir todo a la primera.

No gritar, ser firme y coherente, pensar antes de actuar, permitir al niño que tenga sueños y anhelos materializables pero que requieran un mínimo esfuerzo y sacrificio pero que a su vez no den cabida a la desesperación o al abandono. Al contrario, perseverancia y constancia. Apoyo por parte del adulto para lograrlo. De este modo, el éxito será doble: haber logrado el sueño y superado todos los pequeños fracasos del camino.


Educar las emociones del niño para que exprese, gestione y comprenda sus propias sensaciones ante la frustración, hablando, exteriorizándolas, compartiéndolas.

Como siempre, uno educa más por lo que hace que por lo que dice, por lo que una vez más, debemos ser ejemplo. 

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