viernes, 12 de julio de 2013

Vale más una imagen...

Y es que ya hemos dicho en varias ocasiones que los padres en primer lugar, y el entorno familiar y docente en segundo, somos el referente del niño. Nos miran, interiorizan nuestras actitudes y comportamientos, nos imitan y a partir de ahí forjan su carácter y desarrollan su personalidad.

Si mostramos amabilidad, caridad, respeto, verdad, aprender del error, pedir perdón, orden, coherencia, cariño, esfuerzo, hábitos saludables, solidaridad... seguramente el poso que dejemos en el niño tenga tintes de bondad y de nobleza. Con este ejemplo es probable que el niño que imita entienda esos valores como modo de vida. 

Si mostramos rasgos violentos, castigos, enfado, codicia, rabia, rencor, vagancia... el imitador puede convertirse en un pequeño tirano involuntariamente.




Midamos bien nuestras palabras y nuestros actos, en lo que a los niños se refiere, ¡todo influye!

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